Examinad a los huérfanos hasta que lleguen a la edad de casarse y, si los consideráis maduros, entregadles sus bienes y no os los comáis, derrochándolos prematuramente, antes de que se hagan mayores. Y el que sea rico, que se abstenga de ellos, y el que sea pobre que use lo justo. Cuando les entreguéis sus bienes, hacedlo ante testigos. Y Dios es suficiente para llevar la cuenta.