He ahí, que Dios dirá: “¡Oh Jesús, hijo de María! Recuerda las bendiciones que te concedí a ti y a tu madre --cómo te fortalecí con la sagrada inspiración para que pudieras hablar a la gente desde la cuna, y siendo adulto; y cómo te impartí la revelación y la sabiduría, incluidos la Tora y el Evangelio; y cómo, con Mi venia, creaste de arcilla la forma, por así decirlo, del destino [de tus seguidores], y soplaste en ella para que, con Mi venia, se convirtiera en [su] destino; y cómo curaste al ciego y al leproso, con Mi venia, y cómo resucitaste a los muertos, con Mi venia; y cómo evité que los hijos de Israel te hicieran daño cuando viniste a ellos con las pruebas claras de la verdad, y [cuando] quienes estaban empeñados en negar la verdad decían: ‘¡Esto no es sino pura magia!’”