pues nunca hemos mandado a un enviado sino para que fuera obedecido con la venia de Dios. Si entonces, después de haber sido injustos consigo mismos, hubieran venido a ti y hubieran pedido el perdón de Dios --y el Enviado hubiera pedido también que fueran perdonados-- habrían hallado con toda certeza que Dios acepta el arrepentimiento y es dispensador de gracia.