Al principio los pueblos constituían una sola nación. Entonces Dios envió a los profetas como albriciadores y amonestadores y, en verdad, envió con ellos el Libro para dirimir las divergencias entre la gente; pero no disintieron de él, por pura envidia, sino quienes lo recibieron, después de haberles llegado las evidencias. Pero, Dios, con su gracia, iluminó a los creyentes hacia la verdad, que fué la causa de sus divergencias; porque, Dios encamina hacia la verdadera senda a quien le place.