En verdad, si hacéis el bien lo haréis en vuestro propio beneficio y si hacéis el mal lo haréis en vuestro propio perjuicio. Y, cuando se cumpla la otra promesa, vuestros rostros reflejarán la tristeza y el miedo y entrarán en la Mezquita como entraron la primera vez y destruirán todo lo que caiga en su poder.